Colibritany en el país de los transgénicos

Después de varios días de recibir noticias, cada vez más delirantes, sobre los nombramientos del CONACYT, empecé a descubrir un patrón. Tardarme tanto me hizo sentirme muy bruta, pero sobre todo me hizo sentirme escandalizada por la facilidad con la que muchos amigos y colegas mordieron el clickbait y se lanzaron, como gorda en tobogán, a los amorosos brazos del publicista que les estaba tomando el pelo.

Hasta el momento los «escándalos» han sido cuatro: El primero fue el de David Alexir Ledesma Feregrino como «subdirector» (rara vez se especificó subdirector de qué), seguido por el de Edith Arrieta Meza como Secretaria Ejecutiva del CIBIOGEM y más adelante el de María Chávez como directora del área que supervisaría los fondos sectoriales CONACYT/SENER (por parte de la SENER). Finalmente salió a la luz un «escándalo» en el que Álvarez Buylla, titular del CONACYT, pidió la renuncia por una investigación administrativa a la Dra. Beatriz Xoconostle del CICY. (https://noticieros.televisa.com/ultimas-noticias/piden-renuncia-a-investigadora-del-conacyt-por-supuesta-indagatoria-de-la-funcion-publica/)

La intensidad y la extrañeza de la campaña mediática, además de un tono declaradamente machista y clasista me produjo un malestar inmediato. No me refiero aquí a los hechos que describen las noticias, sino a las noticias mismas. Ese malestar fue el mismo que, en su momento, me produjeron Chip Torres y Colibritany, producto ambos de La Gran Royal, empresa productora de un par de mirreyes (onvres criollos de clase acomodada) que- sin ningún empacho- explotaron con «humor» todos y cada uno de los clichés sexistas, racistas y clasistas que tan aptos resultaron para relajarnos un poco y hacer que nos riéramos de todas y cada una las brutalidades que aquejan a la sociedad mexicana en los albores del Siglo XXI.

Veamos la narrativa mediática: un hombre de dudosa apariencia – arete, playera sin mangas- y con estudios truncos obtiene sueldazo; una «modista» (pienso en las nulas probabilidades de que la revista Quién se refiera así, por ejemplo, a Carla Fernández) es nombrada a una subsecretaría en la CIBIOGEM; una «vendedora de lencería» ocupa un cargo administrativo en la SENER, mismo que se le atribuye a CONACYT dado que se trata de la supervisión de un fondo mixto de ambas instancias. Mientras todas estas atrocidades ocurren (por qué ellos y no yo -imagino diciendo al lector promedio- si somos igual de mugrosos), una Doctora de verdad, una verdadera adalid de la ciencia (con carrera y con zapatos) es maltratada por este régimen de chairos advenedizos. https://noticieros.televisa.com/ultimas-noticias/piden-renuncia-a-investigadora-del-conacyt-por-supuesta-indagatoria-de-la-funcion-publica/

No hablo aquí de los hechos, pero los medios tampoco hablan de ellos. Los hechos, me temo, los tendré que dejar a la imaginación de cada cual. Hechos, como por ejemplo, la extraña coincidencia de que la Dra. Xoconostle haya sido una de las firmantes del convenio de asignación de recursos al CIBIOGEM cuando este se fundó, en 2005 y de que, ahora, el CIBIOGEM sea uno de los locus de los «escándalos»(https://www.conacyt.gob.mx/cibiogem/images/cibiogem/Fomento-investigacion/FONDO-CIBIOGEM/CAR/CAR_158081-Maiz_sequia.pdf).

Tengo que insistir en que aquí hablo sólo de cómo se construye una campaña mediática y de cómo esa campaña no sólo oscurece deliberadamente qué es lo que está en juego en una situación concreta (algo sobre lo que, desafortunadamente, yo sólo puedo especular), sino que para hacerlo de la manera más eficiente debe movilizar afectos y pasiones que garanticen -por decirlo con una metáfora científica muy poco científica- que haya un número suficiente de huéspedes cuyas características sean idoneas para lograr una máxima reproducción del virus.

Es aquí donde no puedo evitar un sentimiento de desánimo: la mayoría de mis amigos bienpensantes, feministas, defensores de los derechos LGBT, declarados opositores a los transgénicos y entusiastas de «las escuelas de saberes» resultaron los huéspedes idóneos para una campaña construída en torno a los ejes que denuncian constantemente. Cuando el objeto de su encono se les presentó en forma de ideología fueron incapaces de verlo. O quizá lo vieron, pero para entonces el dedito ya había dado like, el post o el meme ya habían sido compartidos, y el objetivo trending topic se había cumplido.

Denostar a alguien por no tener estudios y -por lo tanto- no estar capacitado para tal o cual puesto (como si los «estudios», así, en general, pudieran garantizar esa adecuación) es una cosa, pero lo que se movilizó aquí era mucho más ruin. De hecho fue esa ruindad la que me hizo detenerme a pensar en esto: el problema era que se trataba de un marica (la publicación del pack de Ledesma es harto significativa y se parece más a la venganza de un «colega» que demostró ser más apto en su trabajo, que a una simple campaña de desprestigio) y de dos mujeres que eran rebajadas por haberese dedicado a labores innobles y frívolas en tanto que están feminizadas (la modista y la vendedora de lencería). En todos los casos (pero en especial el de las mujeres), además, se seguía la misma forma argumental: sin importar las trayectorias, convicciones o aptitudes, origen es destino. Vaya, es la mala de la telenovela que le dice a la advenediza que, aunque haya conquistado el amor del patrón, siempre será la criada.

No sé si los hechos sean que un lobby empresarial está desbancando a otro o una mafia a otra; si en efecto unos ingenuos ignorantes (los defensores de las políticas comunitarias, los saberes ancestrales y opositores de los transgénicos) estén luchando con un grupo de especialistas altamente capacitados que defienden a capa y espada la co-inversión público privada en el cultivo intensivo de soya transgénica en la península de Yucatán (el tren Maya es especulación futura, pero estos cultivos son agua pasada); si en efecto lo que estamos discutiendo es en qué forma se deben dar los esquemas de coinversión público-privada en cuestiones de tecnociencia. No se quiénes son los «buenos» y quiénes los «malos».

Lo que sí se es que no estamos hablando de ninguna de esas cosas: estamos hablando, con desprecio y desde la subjetividad herida de una clase desplazada (la de los profesionistas precarios y malpagados que constituyen mi nicho en las redes sociales) de modistas, de calzones de encaje y de fotos de grinder. Esto es y no es sobre el CONACYT.

Si dejo a un lado lo que no sé y me quedo con lo que sí sé, puedo decir lo siguiente: si apelar a que, con todo y que tuviste beca de postgrado de CONACYT, estás en la calle mientras que el peladaje tiene un sueldazo va a hacer que dejes de ver el bosque por los árboles; si vas a reaccionar como perro de Pavlov y las frases grandilocuentes sobre el machismo como una forma de violencia estructural y no como una excepción se te van a olvidar en el segundo que alguien dice «la modista gana más que tú», agárrate tu libro de Segato y vámonos a discutirlo al parque. Total, es muy probable que tu y yo estemos igual de desempleados.

3 comentarios en “Colibritany en el país de los transgénicos

  1. Hola Pilar. Estoy de acuerdo contigo en lo fundamental. Solo añadiría desde mi deformación profesional (y epocal ja ja ja) que las instituciones para ser tales deben guardar un principio de pertinencia, coherencia o decoro. En la época que yo estudio el decoro era la capacidad de que una cosa se pareciera a lo que era y debía ser (o el medio que relacionaba una forma con un concepto). Y como “lo que se muestra no se dice”, mucha gente ha tenido que estudiar a qué se referían cuando hablaban del decoro. Por ejemplo se señalaba como decoroso que una iglesia pareciera una iglesia y no un teatro, o que Cristo fuera como Cristo y no pareciera un señor cualquiera (lo que en estricto sentido era difícil porque nadie sabía cómo era “realmente” Cristo); o que la Virgen pareciera María y no se confundiera con cualquier otra madre. La teoría del decoro también se utilizaba para que un tema se desarrollará de una manera coherente, por ejemplo Alberti dijo que en una fiesta de sátiros en pleno no se debía representar a nadie dormido, pues el ruido y el jaleo no les permitiría hacerlo, y por lo tanto la escena sería indecorosa. Se buscaba que espacio, tiempo y afecto fueran coherentes para dar sentido. Éste era el decoro.
    A mi qué fregados me importan la sexualidad o las fotos de nadie, o sus ingresos paralelos. Sin embargo sí veo una “falta de decoro”: Conacyt ignora a todo aquel que no cumple con sus “estándares”, a saber: doctorados, producción académica en x cantidad y con x características. Apenas empieza considerar como una persona a aquel que vende su futuro prometiendo que alcanzará esa productividad académica en los términos en que esa misma institución les dice. Por lo tanto me parece difícil estar acorde con que los empleados de la institución ganen más dinero sin cumplir con esos estándares que los “beneficiados” los que sí lo hacen.
    Por otro lado, el resentimiento académico quizás sea de las cosas que más me interesan de tu texto. Nadie duda que hay trabajos no reconocidos sin los cuales no podríamos vivir, o vivir bien. El trabajo de un plomero, por ejemplo, y dicho sea de paso es probable que un buen plomero gane mucho más que un académico. Y sin embargo el prejuicio está ahí. Y se injerta como cáncer. Éstos prejuicios también nacieron en la época que estudio yo, por cierto. Y se ligan indisociablemente a la idea de prestigio, que es todo un tema a discutir en momentos como los que vivimos. Creo que hay un desacuerdo fundamental sobre la función, raíz, permanencia y pertinencia del prestigio. Y si debe relacionarse y cómo con el dinero.
    Tú sabes que en mi parcela ahora yo sí busco cómo ganar más dinero, a veces al margen mi trabajo académico. Y ya me preguntaron por ahí que como puede ser que escriba libros sobre pintura virreinal, y también haga objetos para vender. Me atrevo a confesarte también que sí me he quejado de que me parezca indecoroso que mis alumnos de la UNAM, a los que les dirijo sus tesis, ganen más que yo como becarios de conacyt que yo como profesor de tiempo completo. Supongo que en esa egoísta queja está la precariedad. Pero juro que no quiero que les quiten a ellos, solo que me toque algo más a mi. En esas andamos.

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    • Querida Paula mi salida del facebook corresponde, puntualmente, a la imposibilidad de tener conversaciones de este tipo, así que empiezo agradeciendo que te hayas tomado el tiempo de contestar de manera tan extensa a mis palabras. Es por ello que, antes que nada, empiezo por aclarar el tema que me ocupa. El artículo no se trataba de evaluar, en ninguna medida, «el decoro» del CONACYT. No es sobre el CONACYT.

      Entonces, lo primero que tengo que dejar en claro es que lo que quise hacer fue poner de manifiesto lo siguiente: todos sabemos, quiero suponer, que las redes sociales son empresas, empresas con fines de lucro; todos sabemos, quiero suponer, cuál es su negocio. Yo lo resumiría diciendo que son empresas que se dedican a la publicidad y a los estudios de mercado; todos sabemos, quiero suponer, que en años recientes una parte de lo que compran y venden son estudios de mercado y publicidad para campañas políticas y que su intervención (la hemerografía, por lo menos, es amplísima) ha tenido efectos demostrables en procesos sociales y políticos muy diversos (desde la primavera árabe, pasando por las elecciones en EU, hasta el genocidio en Myanmar). Estos fenómenos pueden haber sido orquestados u espontáneos. Pero creo que tenemos más o menos claro que hay profesionales (con o sin estudios) que se dedican a este negocio multimillonario.

      Mi texto es sobre cómo toda la formación crítica del mundo no es suficiente cuando este aparato de propaganda (las redes sociales) es eficiente a la hora de apelar a los sentimientos de algún nicho de mercado y cómo lo hace. En este caso, el nicho de mercado somos nosotros. El artículo acaba con una definición de ese nosotros.

      En cuanto a lo que algunos llaman «epistemocracia» (¿jejejeje que tal?) no me refería al argumento más o menos pre-establecido de «el trabajo del tipo que recoge la basura es tan importante como el del Dr. en X», ni al de «los saberes admitidos por el establishment académico occidental blanco heteronormado colonial et al no agotan el conocimiento humano y además son las herramientas nefandas del opresor que han llevado a la humanidad a estar al borde de su propia destrucción» (cfr Bullya fans), sino a otro mucho más elemental (en el artículo hablo de adecuación): un doctorado en, digamos, Ciencias Administrativas no te calificaría (por más que el administrador pueda pensar que su propia lógica disciplinar implica una especie de determinación en última instancia) para ser web manager de Conacyt. El punto no son, entonces, los estudios truncos o no truncos, si no un área de competencia (que, además resulta que en este caso, no es académica, sino técnica). Vaya tu puedes tener la cura del cáncer, pero ser totalmente incapaz como webmaster. De hecho, se asume que eso es casi una necesidad: Si tu eres una Dra. en Historia del Arte, no estás capacitada para formar tu propia empresa (porque no eres Dra. en Administración de Empresas).

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  2. Pues sí, totalmente… Me fui por un de tu texto y quizá no por tu idea central, pero eso sucede, llevamos las cosas a ideas con las que podemos resonar de alguna manera. Ahora, también supongo que siempre ha habido en el mundo algo como lo que dices, a mi entender, canales preestablecidos que condicionan las respuestas, por que condicionan las preguntas… lo curioso es que ahora la gente cree que es libre, y que las redes le dan libertad. De nuevo me acuerdo de las ideas de Kuhn sobre los paradigmas… que nada tienen que ver con avances, sino con limitantes. Por supuesto que éstas ahora tienen sólo que ver con dinero.

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