Desde hace unos meses, viendo mi tendencia a descoserme en fb, mi querido amigo David Ramírez me ha insistido una y otra vez en que escriba un blog. Ya tenía uno, con este mismo título, que usaba para descoserme. Lo abandoné porque mis descosimientos tenían nombre y apellido y, a pesar de mi innegable intrascendencia y carencia de poder y buenas alianzas, los portadores de sendos atributos tuvieron a bien tomarse a pecho los descosimientos y -sospecho- poner mi pobre retrato en un lugar muy cerca del centro de la diana de sus odios.
Temerosa, como buena precaria, de granjearme la animadversión de cualquier fuente de ingresos potencial preferí -de manera más mesurada- hacer un intento por borrar los errores del pasado y abrir un frente donde lanzar diatribas grandilocuentes contra el complejo militar-industrial y evitar comentarios como «fulanito escribe con las nalgas». Aunque es muy probable que tan loables intenciones acaben por fracasar, me abocaré a ellas.
¿Por qué tan malos augurios en una etapa tan incipiente de esta empresa? En primer lugar porque mi natural se inclina, inevitablemente, por el tono ensayístico del castellano, privilegiando siempre expresiones como: «escribe con las nalgas» sobre otras como: «el complejo industrial militar». En segundo porque «burla burlando ya van los tres delante» y parece que tampoco puedo evitar pensar en los demás -esa inconveniencia constante- y referirme a ellus: el descosimiento en palabras siempre es descoserse en retazos de otros vestidos, pantalones, faldas, banderas, sarapes, bufanditas y demás.